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En Poza Honda, la colonia más pobre del Zacatepec, también llegaron los “Reyes Magos”, los niños muestran sus muñecos, vehículos en miniatura, muñecas, juegos de té, carriolas de juguete. Aquí la fiesta dura más días porque hay bienhechores, y políticos que llegan con más juguetes y los reparten.

El ayudante de la localidad, Ismael Nava Abúndez, visita a comerciantes y pequeños empresarios de otras colonias cercanas; trae juguetes y los entrega directamente a los niños que se quedaron fuera de la tradición popular.

Poza Honda es un lugar que hace honor a su nombre. Está en el área limítrofe con Tlaltizapan y colinda con la contrastante colonia El Paraíso, El Mirador y la Otilio Montaño y montada en terreno totalmente accidentado de las faldas de una loma. Justo al fondo, está una cancha de futbol que también sirve como explanada de usos múltiples, sobre todo para reuniones generales.

Al final de una calle que topa con la zona limítrofe, se halla Beatriz Herrera Barrera, mujer con discapacidad, pero que se sabe “ganar la vida” y por casi diez años prácticamente sola pudo sacar adelante a sus diez hijos.

Llegó a tener 20 nietos, desafortunadamente uno de ellos perdió la vida justamente hace un año.

“…Bety para todo el mundo”, accede a la entrevista, luego de presentarnos y disculparnos por “caer” de improviso. Le pide a su nuera, María Gama, que arrime una silla, para que ambos quedemos de frente. Nos acomodamos y entre muñecos de peluche, juguetes nuevos que trajeron “Los Santos Reyes”, una piñata vieja, moldes de piñatas, un molino.

Bety, se hace acompañar de su nieta, Kenedy, una chiquilla de solo cuatro años de edad, inseparable de su abuelita y de su “juego de té” que le trajeron los “Reyes”; llena de agua uno y otro trastecito y le comparte a su abuelita. Se le nota contenta, no para.

“Aquí los Reyes hay para mis nietos, para ellos como para mis hijos, aunque sea pobremente ha habido Reyes”, refiere Beatriz Herrera. A sus 58 años de edad sigue fiel a las tradiciones y se las inculcó a sus hijos y ahora siguen sus nietos. Ella también organiza las posadas para 200 personas en la colonia donde vive, ahí en la calle Vicente Guerrero sin número, punto de trabajo donde la discapacidad que padece no le ha impedido seguir haciendo por encargo, tamales, atole, vender pollo en canal, bordados, tejidos, piñatas. “Me cortaron mi pierna como ve usted, pero yo no me sé quedar en paz, siempre estoy haciendo algo”, dice y le pide a la nieta que le traiga unos bordados que desde ese punto ve hasta el fondo de su cuarto, los muestra y son artesanías en tela, con punto de cruz, con bordados de Querubines, cruces y motivos religiosos, porque son para cabos de año.

La tradición del “Día de Reyes” y los regalos la mantuvo hasta donde pudo, tras enviudar hace 27 años y luego de que sus hijos mayores cumplieron 12 años dejaron de recibir y empezaron a colaborar para que los menores tuvieran sus regalos y parece que colaboraron siempre con la ilusión.

Una de las hijas menores de Bety “me cuenta que ya iba a la secundaria y seguía creyendo en los Reyes. Ahora me dice que le da pena recordar que así era”, por alguna razón nadie le quitó la ilusión antes, cuenta.

Bety siempre trató de inculcar valores a sus hijos, entre ellos participar en las tradiciones como Las Posadas, la reunión familiar de Navidad para dar la bienvenida al “Niño Jesús”, del Año Nuevo, Día de Muertos, etc., “en Navidad, aquí se la pasan conmigo mis hijos y el Año Nuevo con sus suegros…”, este año “la pasamos bien”.

Consideró que en la colonia existen “bastantes niños”, pero que la mayoría es considerada con un juguete, gracias a la organización del ayudante municipal y a la participación de personas que ellas mismas acuden a la colonia a repartir juguetes.

Bety no se detiene, hace cuatro años perdió su pierna izquierda, estuvo convaleciente durante mes y medio con la vigilancia de su hermana que tiene conocimientos de enfermería y luego se reintegró directamente a trabajar, a seguir organizando las posadas, hacer piñatas que ahí mismo vende a las participantes, a organizar sus excursiones a Chalma, trabajo con el que cumple 14 años en este 2024 y un recorrido posterior al zoológico de Zacango, a visitar un árbol (Ahuehuete) de cuyas raíces frotan aguas claras que lo hacen blanco de la curiosidad y visita de turistas, o a las Lagunas de Zempoala.

“Me trepo en el camión y me llevo mi silla de ruedas, pero yo voy”.

También destaza y comercia pollo y prácticamente siempre lo vende todo, con la ayuda de sus hijos. Hace tamales por pedido, “hasta de Tlaquiltenango (un municipio ubicado a más de 14 kilómetros del lugar donde vive) vienen a comprar”. Pero también borda cuadrillé, teje.

Actualmente Bety elabora una prenda especial de un metro cuadrado, para el altar que instalarán por el cabo de año de su nieto, mismo que trabajando en una central de abastos de San Luis Potosí, falleció a los 16 años. El 14 de enero próximo empiezan los rezos por el cabo de año.

Bety, al enviudar en 1997 y al verse sola con ocho hijos (seis hombres y dos mujeres, posteriormente tuvo dos hijos más), decidió emprender y logró iniciar una tienda de abarrotes, elaboraba piñatas y vendía todo lo mencionado.

Llegó a trabajar hasta 20 horas debido a que cuidaba a una persona de 96 años de edad, que vivía cerca de su casa, por lo que a ratos se reorganizaba en su casa, vigilaba a sus hijos, sacaba también adelante las posadas.

En su momento también vendía longaniza que le hacía una familiar de la colonia Plan de Ayala, también tomó un curso de lácteos que el gobierno les hizo llegar a la colonia y vendió queso, realmente, como lo afirma, no se detiene: “la televisión la veo, pero solo un ratito, no puedo verla mucho tiempo, veo más el internet, para realizar mis tejidos”, aclara.

Pero en la vida no todo es positivo, ni resultan las cosas como uno las proyectó y pese al ejemplo y al consejo no siempre se logra guiar, uno de sus diez hijos falleció y uno más purga una condena en la cárcel, “pero estoy tranquila, me la pasé tranquila en Navidad, al menos por ese hijo en la cárcel sé al menos donde está y que mi familia no es la única, siempre hay una oveja negra en la familia, en todas hay”.