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  • El pintor mexicano inaugura la exposición “Pudor porno”, una retrospectiva de 50 años

Ángel Cortés

Un niño de cuatro o cinco años danza entre las obras del maestro Leonel Maciel. Va de acá para allá, con esa mezcla de asombro y desenfado propia de quien aún no ha aprendido a temerle a la palabra “debería”. No sabe aún de tabúes ni de censura; las formas y los colores se presentan ante él como extensiones de un sueño o caprichos de la imaginación.

Hay desnudos, por todas partes hay cuerpos desnudos de hombres, mujeres y animales pintados por el maestro Leonel Maciel a lo largo de cinco décadas, una obra en la que el sexo se manifiesta sin cortapisas, como una exaltación del placer sin ataduras, como el mismo lo define; o un homenaje a la carnalidad en su estado más puro.

“Hay un niño que anda por ahí, que lo traen de Zihuatanejo, para que vaya aprendiendo, para que no vaya creciendo con mojigaterías. Este es un tema que estoy manejando desde que tengo uso de razón”, dice el maestro, sin empacho.

En los cuadros que integran la exposición “Pudor porno”, inaugurada este 24 de noviembre en el Museo Universitario de Arte Indígena Contemporáneo de Cuernavaca, Maciel, nacido en una familia de ganaderos de Guerrero en 1939, cuyo trabajo ha sido reconocido internacionalmente, habla del sexo con la franqueza de quien creció sin las inhibiciones urbanas, con la crudeza de la costa como telón de fondo, en un tiempo y espacio en que ni siquiera la zoofilia fue un tabú: “yo nunca le dejé una gallina virgen a mi madre, ni una ternerita, ni nada de eso, porque es una cosa que se practica bastante en la costa”, agrega el pintor.

Rompiendo tabúes

Resulta difícil concebir que esta exposición, en la que Maciel rinde cuentas de su evolución como pintor y dibujante, hubiera sido montada en cualquier otro lugar de Morelos, México o el continente. Todos lo saben. Y, sabiéndolo, nadie que se precie de ser su admirador ha querido desperdiciar la oportunidad de estar presente en la inauguración para convivir con el artista nacido en 1939. Su trabajo presenta influencias europeas y orientales develando la práctica sexual de forma explícita, pero ritualística. Algunos cuadros recuerdan al shunga japonés, mientras que otros, de formas surrealistas, parecen beber del cubismo.

“Pasamos más o menos seis meses tratando de encontrar un diálogo entre las piezas, que tuvieran ese continuo de tiempo y que hablaran del proceso de él, no de las imágenes, sino de lo que él ha desarrollado desde hace cincuenta años”, dice el director del museo, Wilfrido Ávila, amigo cercano del pintor.

Para Ávila, la exhibición de estas obras es un compromiso con la expresión artística contemporánea, que va más allá de cualquier de cualquier prejuicio, con un tema que ha sido retratado desde hace miles de años no solo en la cultura oriental, sino también en la precolombina: “hemos tenido tenido cerámica de barro inca de hace dos mil años y es muy explícita, pero es atemporal, se encontraron hace tres años y esas piezas que describen el acto, que no es que sea prohibido, porque existe. Y si se hizo hace dos mil años, ¿por qué no hacerlo en 2023 o 2024?”, cuestiona el director.

Títulos y carcajadas

Hay, definitivamente, un diálogo entre los cuadros, pero cualquier intento de solemnidad en la sala se quiebra en el aire con las carcajadas que sueltan quienes se acercan a leer los títulos, piezas literarias que dejan ver el sentido del humor del autor en distintas extensiones: “Robespierre midiéndole el aceite a la María Antonieta”, por ejemplo, o “Documentando las infidelidades del aventurero, huevón, embaucador, bueno pa’ nada del mentiroso, come cuando hay, del cínico de Odiseo con la facilota cachonda sabrosa y sensual Nereida mejor conocida como La Calipso”.

“Maciel siempre ha sido un gran pintor. Para empezar, es de un mestizaje que tiene sangre de África, Filipinas, Asia, mexicana y española. Esa mezcla está cañona, pero en ninguno de estos cuadros verás que alguien está forzando al otro, todos se están divirtiendo, es una cosa democrática”, dice el escultor Eduardo Olbés después de calmar la carcajada que le provocó la pieza de Robespierre y María Antonieta.

Y hay imágenes que parecen códices aztecas, porque Leonel Maciel parece estar en paz con todos los estilos y consigo mismo. Otras que muestran animales copulando, hombres con hombres, mujeres con mujeres.

“No es más que un homenaje al sexo, porque ¿qué más maravilloso puede haber que el coger, ya sea hombre contra hombre, mujer contra mujer, hombre con animal, el chiste es coger, porque la zoofilia se practica. Ustedes no, porque son de ciudad, pero los que somos del monte sí”, dice el maestro.

Dato: La exhibición “Pudor porno” estará instalada hasta febrero, pero cerrará en el periodo vacacional decembrino de la UAEM.