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La frase clásica en las campañas políticas es “la necesidad del cambio”. La palabra “cambio” de acuerdo con los estudiosos de la semiótica es muy poderosa porque despierta esperanza, es un signo que provoca una emoción de que el futuro puede ser mejor. “Cambio” es finalmente una palabra que aparece campaña tras campaña como uno de los elementos más importantes de la comunicación política estratégica.

Por otra parte, el “contraste” es hoy otra de las estrategias favoritas que se usan comúnmente para diferenciar personas, partidos y gobiernos. Por eso, es que en esta idea de “contraste”, de polarización, de maniqueísmo, de bueno y malo, de antinomia, la palabra “continuidad” justo es la palabra que contrasta con “cambio”. Entonces se usa generalmente como oferta al electorado, la pregunta es qué quieres: ¿continuidad o cambio?

Está claro que en muchos casos las o los candidatos si representan el cambio, o bien, la continuidad. Solo por citar un ejemplo reciente, está claro que Andrés Manuel López Obrador si representaba el cambio político. Mientras que un candidato como José Antonio Meade, reconociendo sus amplias capacidades profesionales, hace seis años representaba la continuidad. En mi opinión en este último caso no necesariamente era así, el doctor Meade por mucho hubiera sido mejor Presidente que Peña Nieto, estoy seguro de que hubiera hecho muchas cosas de manera diferente, no necesariamente era un candidato de continuidad, sin embargo una vez que tuvo esa etiqueta, no se la pudo quitar. No puedo dejar de subrayar que el partido que lo postuló claramente representaba la continuidad.

En esta elección, uno de los grandes retos para el electorado es quién y qué significa el cambio o la continuidad. Lo cierto es que ninguna de las candidatas presidenciales puede afirmarse que representan absolutamente el cambio o la continuidad. Xóchitl Gálvez puede representar el cambio respecto al partido que gobierna, pero no más. Xóchitl no representa ningún cambio sino un regreso al pasado, por cierto un pasado cercano. En algunas políticas propone continuidad, básicamente en programas sociales, comentando que los profundizará. Por ejemplo, bajando la edad para los programas de adultos mayores. En otros, Xóchitl propone cambios radicales como en materia de seguridad pública y su propuesta suena a esfuerzos ya probados, por cierto fallidos. Incluso sus propuestas en materia de energía y medio ambiente suenan muy parecidas a las de su principal oponente. Por último, los partidos que la postularon es imposible que puedan abanderar el cambio, justamente, insisto, representan lo contrario. Que difícil para Xóchitl, pero esa es su realidad.

Respecto a la doctora Claudia Sheinbaum el dilema también persiste. En teoría, ella es la candidata de la continuidad, por cierto de una continuidad que solo tiene un sexenio y que justamente llegó con la calidad de representar el “cambio verdadero”. La política social, posiblemente el mayor legado del Presidente López Obrador, sin duda tendrá continuidad con la doctora Sheinbaum. Por cierto, fue ella una de las que logró aterrizar ese proyecto que también fue piedra angular del Gobierno de AMLO en la Ciudad de México. No tendría por qué abandonar ese camino que, además, hoy es ley y está plasmado en la Constitución.

Pero no tengo duda que también la candidata de MORENA y aliados nacionales y locales tiene muchas ideas que representaran el cambio. Para muestra un botón, hay que leer su propuesta el pasado 18 de marzo al conmemorar el aniversario de la Expropiación Petrolera en materia de energía y medio ambiente. Si eso no es cambio, entonces no sé cómo denominar a su “Plan para la Soberanía Energética para el Desarrollo de Mexico”. Hay tres conceptos fundamentales alrededor de su plan: soberanía energética, reconocimiento de este sector como motor de desarrollo y acciones contundentes para combatir el cambio climático y el calentamiento global. Si eso no significa cambio respecto a la actual administración entonces no sé cómo llamarlo.

Me hubiera gustado referirme de manera más amplia a Jorge Álvarez Maynez, soy uno de los que creen que Movimiento Ciudadano dejó escapar una gran oportunidad de crecimiento electoral. Pregonar que representan lo “nuevo” y que los otros representan lo “viejo” si bien cumple con los requisitos de una campaña de contraste, lo cierto es que no nos han dicho en qué representan lo nuevo. O mejor dicho, lo único “nuevo” que nos han presentado son unos tenis y unas botas naranjas. Pero no hemos oído en la parte nacional muchas propuestas, sino básicamente diagnósticos.

A los cristianos lectores de la Biblia nos encanta hablar del renuevo, del cambio, de la transformación. Generalmente por nuestra fe somos muy optimistas de nuestro futuro porque sabemos dónde está puesta nuestra esperanza. Queremos un cambio real y una transformación profunda en nuestra sociedad sabiendo que los renuevos no faltarán y que al recibir agua reverdecerán. Ha llegado el momento de madurar como electores y de ver la gloria y la hermosura del Renuevo en nuestro amado país.

En conclusión, Xóchitl Gálvez no es necesariamente la representación del cambio ni Claudia Sheinbaum de la continuidad. Nuestro gran reto como ciudadanos es discernir si queremos cambio y quién lo representa, y qué de la continuidad queremos y qué no. No debe ser el discurso simplista del cambio y de lo nuevo. Al final, el vino nuevo en odres viejos se derrama, se desparrama. Vino nuevo, en odres nuevos, eso es lo que Mexico necesita. Claudia, ahí está otro llamado de la historia.