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Feminicidio y violencia intrafamiliar

Alfonso Valenzuela Aguilera

El feminicidio se encuentra en el extremo final de un continuum de agresiones contra las mujeres y tiene un componente sociocultural que puede rastrearse hasta los episodios de violencia intrafamiliar, tanto de víctimas como de victimarios. Las historias de abusos, maltratos y episodios traumáticos durante la niñez y la adolescencia marcan a las personas y las desensibilizan al grado de naturalizar la crueldad, el exceso y el rencor. La correlación de este ilícito con un entorno familiar agresivo y violento permite entender los patrones espaciales que revelan los modos de operación de los delitos de alto impacto, pudiendo con ello identificar las condiciones socioculturales que propician la comisión de ellos de manera sistemática, invisible y en la más completa impunidad.

La caracterización del feminicidio se remite al primer Tribunal Internacional de Crímenes contra la Mujer en 1976, en donde esta noción se introduce en el ámbito global como parte de una variedad de violencias que concluye con el aniquilamiento de la persona por cuestiones de género. Un siguiente re-encuadramiento del concepto va más allá de las causas patológicas de dicha acción para situarlo como un derivado de las relaciones estructurales de poder, dominación y privilegio en una sociedad predominantemente patriarcal. La violencia feminicida adquiere entonces distintas modalidades dependiendo del tipo de vínculo entre los involucrados (íntimo, familiar, asociado), relacionada con el crimen organizado (trata, violencia sistémica, prostitución, tráfico de migrantes), o derivada de una condición personal (marginación, transfobia, racismo, minoría de edad, etc.). Dado que el feminicidio es un delito que tiende a invisibilizarse por cuestiones de omisión, negligencia o complicidad, es necesario desarrollar mecanismos de análisis empírico para detectar y prevenir factores situacionales que faciliten la comisión de este delito, para lo cual la ubicación geográfica temporal y circunstancial juegan un rol fundamental para su atención.

Siguiendo las narrativas feminicidas reportadas por Saskia Niño de Rivera (2022) podemos rastrear el entorno familiar de los homicidas en nuestro país, en donde predominan las condiciones de violencia y degradación que van perfilando el carácter destructivo de los homicidas. A partir de esta hipótesis, nos dimos a la tarea de geolocalizar los feminicidios ocurridos en la CDMX en los últimos seis años para después correlacionar espacialmente estos delitos con las denuncias de violencia intrafamiliar en el mismo periodo, lo que permitió corroborar la relación entre un entorno familiar violento y la comisión de feminicidios, todos ellos concentrado en puntos específicos de la ciudad. Aún cuando en las últimas dos décadas la tasa de delitos violentos creció de manera exponencial, es la violencia intrafamiliar la que se ha convertido en un fenómeno extendido, producto de una cultura machista y misógina que encuentra una salida en la comisión de asesinatos hiper violentos, acciones que cuentan además con la impunidad del sistema judicial.

En la literatura especializada no se refiere una causa única de la violencia contra las mujeres, sino que generalmente confluyen una serie de factores como son la estructura social y cultural además de aquellos ligados al entorno familiar del individuo. Por consiguiente, es importante explorar el tipo de entornos que propician la desconexión emocional del perpetrador que lo llevan a la decisión de cometer éste tipo de delitos, sin que necesariamente esté de por medio un vínculo interpersonal o de relación de pareja. De este modo es que podemos explicar el feminicidio como el resultado de una serie de desviaciones originadas en el seno familiar, en donde el género se convierte en el eje de los factores individuales, culturales y estructurales que convergen en la violencia de género.

México se encuentra entre los 10 países con mayores índices de feminicidio y violencia de género en América Latina, además de que en 22 estados se ha declarado ya una alerta de violencia de género (entre ellos Morelos, Chihuahua, Zacatecas, Estado de México y Ciudad de México). Es por ello que, aún cuando un entorno dominado por el crimen organizado no es el mejor escenario para establecer las bases para la erradicación de la violencia contra la mujer, podemos avanzar en otorgar recursos para programas de protección a mujeres que sufren violencia familiar, mantener refugios de víctimas de este tipo de violencia, homologar las sanciones correspondientes en todos los estados de la república, y mejorar la atención institucional para los y las jóvenes que experimenten violencia intrafamiliar.

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