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(A través de la médula del poeta Ramón Méndez)

 

Por Raúl Silva

 

Ramón Méndez invoca a Ezra Pound para hallarle una explicación al Infrarrealismo: “rara vez las rebeliones o los movimientos en el ámbito de la literatura se gestan contra una buena obra o un buen sistema. El Movimiento Infrarrealista es uno de esos casos. Muy malo debió ser el sistema y nulas o muy escasas las buenas obras. La situación no ha mejorado. Somos productos de las crisis, sus engendros, los que desde dentro de su podrido vientre proclaman su debacle. Vivimos la cultura del desperdicio y contra ella nos levantamos”. 

 

Uno de sus relatos favoritos contiene lo que bien puede considerarse un momento premonitorio del Infrarrealismo: la rebelión contra el maestro del taller de poesía de Difusión Cultural en la UNAM, el poeta Juan Bañuelos, en 1974. Dice Ramón Méndez que se cansaron de pedirle al maestro que les enseñara a los clásicos y que invitara a sus amigos escritores para que compartieran experiencias con los aprendices del verso. Pero el profesor no hizo caso y los muchachos, encabezados por Mario Santiago, redactaron su renuncia y se la entregaron para que la firmara. Cuando Bañuelos la leyó le pareció una broma y un exceso. Sus escolapios lo invitaban a flagelarse, acusándose a si mismo de “menopausia galopante”.

 

Casi en la misma época sucedió el encuentro de Mario Santiago y Joséantonio Suárez, que daría origen a la primera publicación que reúne vestigios de la prehistoria infrarrealista. Zarazo, un tabloide de de 14 páginas, es  un antecedentepleno de lo que se veía venir . En sus páginas hay premoniciones: Mario Santiago traduciendo “America“ de Allen Ginsberg, la poesía de los bates del Movimiento Hora Zero de Perú, La bufanda del sol de Ecuador, Breton, Artaud, Hinostroza. Una forma de manifiesto está en su editorial, un texto que ya en su título predice sus intenciones, Transmisión en vivo: “DESDE LA INTEMPERIE DESDE LA CUARTEADURA – Reconocémosnos seres adictos melón o sandia. No inventamos submarino amarillo o puré papa   Palabras  encueradas   Imprescindibles   Zarazo  lugar volcarse  Para maquillaje orquídeas anuncios comerciales   Repudio total “maffia$ $en$ible$  -No creo cambiar estado cosas   -No interésanos ser simpáticos   -Creo poesía decir todo…” 

 

Ramón Méndez recuerda los intentos de fundar otro movimiento literario, el Vitalismo, junto con José Vicente Anaya, Kyra Galván, Lisa Johnson, Mara y Vera Larrosa, algo que no prosperó y de lo cual es más bien escasa la memoria. Pero lo que sí recuerda en detalle es una madrugada de 1975, cuando vagaba con Mario Santiago y este le propuso ir a visitar a su amigo Roberto Bolaño, que vivía en un viejo edificio cercano al Metro Cuauhtémoc: “La recepción de Roberto no fue muy cordial que digamos, pues lo interrumpimos de su diaria jornada de redacción creativa mañanera, que cumplía con el rigor de un burócrata sujeto a reloj checador. La conversación no fue muy larga, pero sí muy intensa. Cuando Santiago y yo salimos de la casa de Bolaño lo habíamos convencido de nuestra subversión vital contra el oficialismo de la cultura, y nos había comparado con los beatniks: “Tú eres Ginsberg –le había dicho a Santiago, y éste es Corzo: son los beatniks de México“.

 

El entusiasmo de Ramón Méndez se desborda. Su capacidad fabuladora convierte la realidad en una epopeya, lo mundano adquiere en sus palabras dimensiones portentosas. El paso del tiempo y la obra de sus protagonistas hacen que esta historia cobre otra dimensión. Cuenta Ramón Méndez que cuando Roberto Bolaño se enteró de la rebelión en el taller de Juan Bañuelos, anticipó que esa beligerancia tendría consecuencias negativas y que seguramente la cultura oficial le cerraría las puertas: “decía que éramos como soles negros, de esos que no se ven pero que atraen la luz, materia condensada a tal grado que hace caer a la energía por su peso, y auguraba que nosotros haríamos la literatura clásica de nuestro tiempo. Seducidos por el poeta chileno, fundamos el Movimiento Infrarrealista. Después de la larga gestación, el parto fue alegre y mucho el entusiasmo con que nos proponíamos volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial. Había muchos artistas sumados a esa intención subversiva. Si no me traiciona la memoria, la noche de la constitución estábamos en la casa de Montané entre 30 y 40 personas, la mayoría jóvenes, hombres y mujeres, músicos, pintores, narradores, poetas…”

 

El nombre, Infrarrealismo, lo encontró Roberto Bolaño en el cuento La infra del dragón, del escritor ruso Georgij Gurevic, incluido en una antología de lo mejor de la ciencia ficción rusa, reunida por Jacques Bergiera y publicada en español en 1968 por la editorial Bruguera. De hecho, el Manifiesto Infrarrealista que escribió Bolaño comienza con una cita textual de ese relato: “Hasta los confines del sistema solar hay cuatro horas-luz; hasta la estrella más cercana, cuatro años-luz. Un desmedido océano de vacío. Pero, ¿estamos realmente seguros de que sólo haya un vacío? Únicamente sabemos que en este espacio no hay estrellas luminosas; de existir, ¿serían visibles? ¿Y si existiesen cuerpos no luminosos u oscuros? ¿No podría suceder en los mapas celestes, al igual que en los de la Tierra, que estén indicadas las estrellas-ciudades y omitidas las estrellas-pueblos?”. La historia que relata Gurevic sucede en el siglo XXI, cuando una tripulación de seis hombres viaja en una nave espacial desde la Tierra y rumbo a los soles negros, cuerpos que carecen de luz y por lo tanto son invisibles, por lo que no están registrados en los mapas. Su misión es encontrar una infra. De esta semilla brotó un gesto y una acción beligerante que desde entonces emprendió su vuelo a contracorriente.

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