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¿SON CONFIABLES LAS ENCUESTAS POLÍTICAS?

 

A diario sufrimos un bombardeo de encuestas sobre cuál de las candidatas o candidatos va a la cabeza de las preferencias electorales. Al comparar estas encuestas resultan tan discordantes como increíbles que parecieran estar dirigidas a niños de preescolar o a personas con un coeficiente intelectual muy bajo. ¿Qué tan creíbles son las encuestas de opinión política en el contexto del ambiente político tan polarizado que vive el país?

Hace unos días, una televisora nacional hizo un ejercicio en el que condensó todo un enjambre de encuestas. En este ejercicio se evidencia una tendencia muy suave a la baja de la intención del voto a favor de la candidata de Morena a la Presidencia. La representante de la Coalición Fuerza y Corazón por México aparece con una diferencia de dos dígitos abajo y muestra una ligera tendencia al alza. Este contexto dio pie a esta reflexión.

¿Qué es una encuesta de opinión? es un instrumento que recopila información sobre actitudes, pensamientos y sentimientos a través de preguntas a una población especifica (población muestra) que representa a una población más grande (población universo). El propósito en el caso que nos ocupa es medir la intención del voto.

La confiabilidad de la encuesta la da en parte su metodología a través de la cual se formulan las preguntas -que deben ser claras y sin tendencias-, se determina el tamaño de la muestra que represente a la población en estudio, se analizan los datos desde una teoría probabilística y se presentan los datos.

La confiabilidad de las encuestas de opinión política tiene muchos imponderables como por ejemplo el cambio de opinión de los electores, incluso de un día para otro debido a factores que puede estar influenciado por nuevos datos sobre la personalidad y/o antecedentes de los candidatos o alguno evento inesperado que cambie las tendencias.

Es decir, la naturaleza humana volitiva cambiante es un factor que no es posible medir o predecir. Entre los factores que pueden cambiar la voluntad del elector y que no se pueden medir con ningún instrumento ni metodología científica están las emociones, las percepciones y los valores.

Por otro lado, las encuestas tienen algunos sesgos vinculados con la misma naturaleza humana, uno de estos es La polarización. En climas políticos polarizados como el que se vive en todo el país, muchos encuestados no comparten sus verdaderas intenciones de voto. Estos posibles electores se conocen como votantes tímidos.

Asimismo, los eventos inesperados de último momento como escándalos que afectan la imagen del candidato o de su grupo político y que de pronto salen a la luz pública pueden cambiar las tendencias electorales. En esta categoría se pueden ubicar los resultados de los debates y los postdebates.

A estos factores imponderables se deben sumar los sesgos propios de este tipo de ejercicios como el sesgo de la selección el cual se da cuando la muestra seleccionada no representa adecuadamente a la población en estudio.

Un sesgo muy común en las encuestas poco serias es el sesgo de la pregunta lo cual sucede cuando las preguntas se formulan sugiriendo una respuesta específica o el orden de las preguntas influye en las respuestas.

No podemos dejar de considerar la ética de la encuestadora. En los tiempos de campañas políticas surgen muchas encuestadoras de dudosa procedencia cuya metodología carece de rigor científico las cuales ofrecen sus servicios con fines de manipulación. Estas encuestas disfrazadas de investigaciones de opinión buscan influir en la decisión del voto con informaciones falsas que favorecen a un candidato determinado.

En síntesis, la confiabilidad de las encuestas está en tela de juicio, pues aún las encuestadoras más serias y reputadas fallan en sus predicciones. El método científico no es infalible y se autoimpone acotamientos, uno de éstos es su predicción basada en hechos objetivos. Las emociones humanas, los valores, las creencias, las fobias y filias que prevalecen en los electores no son componentes objetivos que se puedan medir o predecir.

Un ejemplo que evidencia lo dicho, ocurrió en las elecciones de los Estados Unidos en 2016. Todas las encuestas daban como ganadora a Hillari Clinton, sin embargo, el día de las votaciones los resultados no se ajustaron a las predicciones y el ganador fue Donald Trump. Yo no apostaría a la confiabilidad de las encuestas aun cuando sean hechas bajo el más puro rigor científico. Pero usted que me lee tiene su propia opinión al respecto.