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En este tema de alto impacto social, voy a partir de premisas y consideraciones básicas. La injusticia es la antítesis de la justicia, que impide y obstaculiza su aplicación práctica. La justicia implica, per se, la primacía de los derechos humanos y de la ley. Una violación de derechos humanos que no es sancionada -o lo es de manera insuficiente- trae por consecuencia una injusticia y ésta la impunidad. La impunidad es el enemigo visible del Estado de Derecho, que lo debilita y lo torna vulnerable. La reiteración de injusticias sin sanción puede traer una espiral de más y mayores injusticias. Una sociedad en la que prevalece la justicia es una sociedad que confía y respalda el Estado de Derecho; refleja armonía social. En cambio, cuando en la sociedad prevale la injusticia, el riesgo es que gane la desconfianza social y venga una onda expansiva de quebrantos a la ley y que los poderes fácticos se impongan a las instituciones.

Traigo el tema a colación porque la UNAM y la editorial Siglo XXI publicaron el Diccionario de injusticias. Es un título provocador e incitador a la reflexión. Se trata de un libro que aborda de manera específica la tipología de los actos, conductas, políticas, esquemas, modelos, condiciones y fenómenos, que reflejan o denotan arbitrariedad, excesos, resentimiento, odio, malignidad, afectaciones e impacto en las personas, en lo físico, psicológico, familiar, de grupo, o como sociedad. Las injusticias son perpetradas por sujetos individuales o de manera colectiva (pueden ser grupos delincuenciales); también suele ser cometida desde el gobierno, utilizando la estructura institucional, en la que suele haber una cadena de mando. Las víctimas de las injusticias lo son individuos en lo personal, los núcleos familiares, grupos o comunidades y, la sociedad en sí.

La injusticia tiene muchas caras, muchos perpetradores y muchas víctimas. Se presenta en todos los terrenos del quehacer humano, en lo económico-comercial, en lo laboral, en lo cultural, en lo deportivo, en lo artístico, en lo social, en lo educativo, en lo científico, en lo ambiental, en materia de salud, en la tramitología administrativa, etc. Incluye el ámbito público y el privado. Hay que romper ese triangulo infernal, para bien del desarrollo del país.

Es necesario conocer las causas y razones del por qué no se alcanza la justicia y buscar los instrumentos y mecanismos para lograr materializarla en la realidad. Es una aspiración social de difícil consecución. Carlos Pereda, coordinador del libro, señala una verdad inobjetable: “hay que cuidar la justicia”, teniendo empatía y sensibilización ante casos concretos de injusticia. Con la injusticia, no cabe la indiferencia, pues el riesgo es caer en la deshumanización.

La problemática de la injusticia tiene aristas de carácter transversal, que hace obligada la participación de especialistas de diversas áreas del conocimiento en humanidades y ciencias sociales.

Hay que destacar que la expresión “justicia” es muy utilizada para defender argumentos y exigencias, de todos los actores sociales, sea políticos, grupos de la sociedad civil, académicos, instituciones. La justicia se puede esgrimir como argumento o demanda inicial o como argumento final. Por ejemplo, cuando se comete un delito, es común que la primera manifestación de familiares y amigos de la víctima es “exigir justicia” y “castigo” a los culpables.

Pero, también puede ser pretexto para incurrir en conductas antisociales y delictivas, sobre todo cuando se trata de un grupo numeroso de personas, como ocurre con los linchamientos de personas, en los que una turba se escuda en “hacer justicia”, aunque esto sea por propia mano y se cometa una injusticia y un delito.

Es necesario que todas las instituciones del país, todas las instancias de gobierno, de los tres niveles y todos los legisladores e impartidores de justicia , así como todos los particulares, en sus ámbitos de actuación, se pongan en la misma sintonía y asuman un compromiso general y de mayor impacto, en favor de la sociedad mexicana, buscando la materialización de la justicia. El inicio del camino común es uno: cumplir irrestrictamente la ley y respetar plenamente los derechos humanos. Parece una fórmula simple, pero requiere conciencia y convicción; es lo complicado de lo sencillo. No hay duda, todo lo relacionado con las injusticias atraviesa por los derechos humanos.

A la pregunta inicial, ¿qué hacemos con la(s) injusticia(s)?, la respuesta es combatirla a fondo y de frente, con respeto y más respeto a los derechos humanos, sanciones y más sanciones a las injusticias y aplicación firme de la ley. La clave es no dejar resquicio alguno que dé pauta a la insatisfacción individual, familiar, colectiva y social.

Es necesario asumir la parte que nos corresponda para lograr la prevalencia de los derechos humanos y la ley. El beneficio es de todos y para todos.

* Investigador del Programa Universitario de Derechos Humanos de la UNAM.

eguadarramal@gmail.com