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Hay dos grandes razones para tomar café, según escucho decir a los cafeteros: porque lo necesito, y porque me gusta. Parecerían las dos caras de la misma moneda, pero no estoy seguro de que sea así.

Generalmente, cuando alguien manifiesta que necesita el café, hace alusión a un tipo de demanda fisiológica: el cuerpo lo pide. Sin café no soy quien soy. Sin café aún no soy persona. Sin café no me siento listo para hacer lo que tengo que hacer, para ir a donde toca, para trabajar y hasta para socializar con los demás. El café en esos casos se antoja como una especie de catalizador para la vida ordinaria.

Generalmente, cuando alguien manifiesta que toma café por que le gusta, refiere que el café es su placer personal, ese gusto que le alimenta los sentidos y le reconforta o anima, el café es una experiencia que le llena y le da vida. El café en esos casos se antoja más como un estímulo del placer o un alimento para el alma.

Y claro, no son excluyentes, habría quien diría que toma café por ambas razones, porque lo necesita y porque le gusta. O que lo necesita porque le gusta. O que le gusta porque ya se le volvió costumbre la necesidad. Hay muchos matices, me queda claro, y todos los escenarios son posibles.

Sin embargo, observo que las personas que lo toman, digamos, por necesidad, son más flexibles o condescendientes a la hora de elegir el café que van a tomar. Esa sensación de necesidad les impulsa a tomar café, el que sea, pero tomarse un café. Y si no es del tipo o estilo que más les gusta, no importa, al fin y al cabo es café.

Y también, siempre desde el resbaladizo terreno de las generalizaciones, observo que las personas que lo toman, digamos, por gusto, suelen ser más pacientes o industriosas para procurarse, precisamente, el café que les gusta, como les gusta. Su interés suele llevarlas a conseguir esa taza que quieren disfrutar, y no solo ese estímulo que precisan para comenzar el día.

Si tuviera que elegir, me inscribiría en el segundo grupo de personas, pero mi situación no es la misma, en mi caso, por dedicarme profesionalmente al café, también lo tomo porque debo. Que es otro territorio, diferente al del gusto y al de la necesidad. Y creería que incluso tomo café porque creo en él, y porque lo conozco, pero de mis motivaciones no hablaremos, vaya usted por su café, el que necesita o el que le gusta, ¡o ambos!