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Fueron puntuales, a las siete de la noche ya estaban reunidas las familias que participarían en el “Recorrido de los Fieles Difuntos”; en la esquina que hacen las calles Simón Bolívar y Santos Degollado, de la comunidad antigua de Tetelpa, en el municipio cañero de Zacatepec, habían instalado ya una modesta ofrenda con veladoras, fruta de temporada y un armado de bambú y tablas, con tendido y media pared con paja y motivos alusivos al Día de Muertos, que lucía con escasas frutas y veladoras encendidas.

Los participantes, hombres, mujeres y niños, en su mayoría portaban velas, veladoras y algunas antorchas que encendieron antes de iniciar su caminata por el declive de la Simón Bolívar.

Respetaron el llamado que hizo el organizador del recorrido, Israel Fitz Zavala, nadie se disfrazó para el desfile, pues en las calles de Tetelpa niños, jóvenes y varias personas adultas disfrazados de brujas, fantasmas y muertos vivientes recorrían las calles en nutridos grupos, pidiendo “calaverita”, “pan pa’l campanero” en una tradición ya combinada con el “hallowen” del vecino país del norte.

Sin embargo, en el contingente del Recorrido de los Fieles Difuntos, los participantes caminaron con solemnidad, en alto mostraban sus antorchas, y quienes no las llevaban caminaban portando veladoras, velas y retratos del ser amado que falleció y al que presentarían en público a su paso por las calles; los vecinos salían a la calle llamados por una campana de mano y por la música de viento que acompañó el recorrido en su circuito establecido por las calles Bolívar, Miguel Hidalgo, Las Flores, Mariano Matamoros y, finalmente, Santos Degollado hasta cruzar por el canal de riego Las Estacas para llegar al panteón.

Dos aromas predominaron en todo momento, del cempasúchil y del copal. Tardaron alrededor de una hora de recorrido, y arribaron al camposanto poco después de las ocho de la noche y a escasos metros de la entrada colocaron un arco de bienvenida hecho con naturaleza muerta, flores de papel que simulaba el cempasúchil y en el centro una calavera blanca, pintada y adornada: “Tetelpa 2023, Xicalaquican Teopan (Bienvenidos al lugar sagrado)”, se lee en él.

“Esta vez hubo personas que nunca habían participado”, comentó Fitz Zavala, tras la conclusión del recorrido, ya en el panteón del pueblo, en un espacio que tiene tumbas del siglo XIX.

Los peregrinos entraron al lugar de descanso, cuya entrada fue pintada con fondo negro, flores de cempasúchil, detalles que muestran dibujos prehispánicos de un hombre con penacho y un perro, combinadas con otra que recuerda a la icónica cinta cinematográfica que encarnó el primer actor ya finado, Ignacio López Tarso “Macario”, charlando con “la muerte” y a quien le comparte su festín; ahí, en el centro, como vista principal de acceso puede leerse: “aquí descansarán tus restos, en el cielo tu alma y en nosotros tus recuerdos”.

Un minuto después, Pablo Paredes Ocampo, dio la bienvenida y en su mensaje resaltó la integración de los tetelpenses y de los visitantes, “porque tienen fe verdadera de que nuestros seres queridos, en estas fechas nos visitan y es agradable para ellos (los fieles difuntos), supongo yo, porque también fueron de tradiciones como nosotros, porque ellos nos heredaron todo esto, porque somos la secuencia de ellos y como tal debemos de honrarlos no dejando perder las tradiciones, que no son otra cosa más que la interacción de todos nosotros”.

Dijo que tradiciones como ésta son una forma de convivir, de interactuar, de solidarizarnos con el dolor de unos y otros, por lo que a nombre del “Grupo Comunitario Voluntarios de Tetelpa”, les agradeció la participación, por la forma “tan solemne y respetuosa con la que se integran a cada evento”.

Luego de casi hora y media, entre un alumbrado cálido por las velas prendidas, el aire fresco que llegaba del campo y las anécdotas de familiares que quisieron expresarlas a la concurrencia, finalizó el evento alrededor de las nueve y media.

Al regreso, por la misma calle, quedó un “caminito” de pétalos de flor de cempasúchil, el “miclán” que fue dejando Cirai Castillo Solorzano, un camino angosto que fue mudo testigo y muestra del paso de una tradición más que distingue a Tetelpa, que se retomó y que los vecinos lograron que no la suspendiera ni la pandemia.

Israel Fitz aclara que el significado del “miclan” -ese delgado sendero de pétalos amarillos- es el camino a la eternidad, mientras que el toque constante de la campanita durante la caminata es en señal de respeto a una procesión en silencio.

Esta vez, hubo pocas veladoras instaladas en el camino al panteón de la comunidad. Tetelpa, es una zona con asentamientos prehispánicos encontrados tanto en el pueblo, como en el distinguido “Cerro de La Tortuga”, donde hay una base piramidal. Aunque refieren que el templo católico dedicado a “San Esteban” es de origen dominico, el nombre de Tetelpa ya figuraba como pueblo que rendía tributo a un señorío prehispánico.

Entre los presentes, por segundo año, llegó una visita ya conocida en el pueblo: Rosa María Almanza Calvario, originaria de Tetelpa pero que ya radica en Estados Unidos. Entrevistada por La Jornada Morelos, explicó que regresar desde el extranjero a vivir nuevamente el recorrido “significa recordar a nuestros seres queridos que se nos adelantaron. A nosotros -Rosa María estuvo acompañada por su esposo, Mark Menin y por su hija de 12 años, Adriana Menin-, nos gusta, porque es algo que hace que se te erice la piel, siento que ando caminando y en frente va mi ser amado y voy siguiéndolo, eso son las tradiciones de mi pueblo, significa mucho y quiero que continúe, que mis hijos lo sigan y digan: ‘porque mi madre lo hacía’. Es la segunda vez que caminamos con mi esposo y esta vez le di la sorpresa de regalarle al iniciar el recorrido el retrato de mi suegra. Iba llorando, para nosotros era el objetivo de estar aquí, no nos importó que para esta vez hubiera poca gente”, sostuvo.

Rosa María Almanza, Rosy Menin como la llaman en el vecino país, las dos veces que ha venido al recorrido, se viste con un traje típico de Oaxaca, de donde, reveló, también tiene raíces. La noche del pasado miércoles, se vistió de “tehuana”.

“Quiero que mis hijos no se olviden de dónde vengo yo, de dónde salí y cuando ya no esté, ellos regresen y digan: de aquí fue mi madre y en un momento determinado continúen la tradición, yo ya no estaré con ellos pero que carguen mi foto. Siempre les he colocado nuestra cultura y siempre está presente en ‘tu’ casa, en Estados Unidos”, concluyó.

Un grupo de personas alrededor de fuego

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Rosa María Almaza Calvario, vestida de tehuana, con su esposo, Mark Menin y su hija, Adriana. Foto: Hugo Barberi Rico

Un grupo de personas en la calle junto a un caballo

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Silencio y solemnidad mientras el “miclan” marca el rumbo al camposanto. Foto: Hugo Barberi Rico