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Apenas ayer comentábamos que el Instituto Nacional de Salud Pública se mostraba preocupado porque a las autoridades estatales se les había pasado advertirle a la población sobre las pésimas condiciones del aire, a pesar de ser su obligación.

Este olvido puede tener consecuencias negativas en la salud de todos pero especialmente entre los niños y niñas morelenses que se encuentran en desarrollo y que, por su propio metabolismo, respiran más rápido que los adultos y que en estos días han tenido una sobredosis de partículas suspendidas al realizar sus actividades como si no pasara nada.

Por citar un ejemplo, en la Ciudad de México están habituados a vivir entre contingencias ambientales y han desarrollado un monitoreo permanente de la calidad del aire para suspender la circulación de parte de su parque vehicular, para ayudar a mejorar las condiciones del ambiente; en nuestro estado, parece que tanto incendio forestal nos agarró en curva y la contingencia -que no se ha declarado- debió haber sido atendida de diversas formas, como por ejemplo suspendiendo las actividades al aire libre en las escuelas.

Pero los incendios forestales continúan y se han intensificado al grado de que el gobierno estatal ya tuvo que lanzar un SOS a la Federación para que nos ayude a controlar todos los siniestros que se encuentran activos.

Lo peor es que, de acuerdo con la Fundación Biósfera del Anáhuac (FUNBA) A.C. los incendios podrían haberse dejado prosperar por la lenta reacción de las propias autoridades estatales, particularmente en corredor biológico Chichinautzin, en Huitzilac.

Beatriz Padilla Martínez, presidenta de la FUNBA, coincide con el secretario de Desarrollo Sustentable, José Luis Galindo, al señalar que las fuerzas estatales para combatir los incendios forestales están rebasadas, pero señala que los mismos brigadistas que se encargan de combatir el fuego comentan que “la respuesta del Gobierno del Estado es lenta, muy lenta. Los brigadistas están tremendamente subvalorados y ellos son la primera línea de defensa del bosque. Deberíamos estarlos equipando”.

Sin embargo, apunta Padilla Martínez, “desde hace 26 años el presupuesto asignado a la conservación de las áreas naturales se ha venido disminuyendo sistemáticamente” y en ese presupuesto se incluye el equipamiento de los brigadistas, quienes tienen que redoblar esfuerzos para apagar las llamas a palazos de tierra.

Si es un grave error admirar nuestros espléndidos bosques solo como parte de la escenografía, lo es más no valorarlos como proveedores de agua -otro problema que ya estamos experimentando- y filtros del aire que respiramos. Y este problema, como se ve, no es nuevo y, en cada crisis, la devastación es peor.

Es inútil señalar a un presunto responsable pues es un problema añejo del que todos somos responsables por no ponernos del lado de la naturaleza y exigir que se conserve y respete nuestro patrimonio natural. Lo que sí se debe demandar es la displicencia con la que se está actuando ante la crisis actual y no ayuda que el secretario Galindo considere que aún no hay afectaciones en cuanto a la calidad del aire -“En tema de calidad del aire no tenemos afectaciones, eso según el monitoreo que tenemos desde el pasado fin de semana; hoy no debemos preocuparnos por eso”, afirma en una nota que publicamos en la siguiente página- cuando el INSP puede demostrar científicamente que es un riesgo respirar la nata de partículas suspendidas que gravita sobre municipios enteros de Morelos.