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Pocas instituciones en el estado han resultado tan importantes como el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Al INAH le ha tocado rescatar, salvaguardar y promover el patrimonio histórico de Morelos desde hace 85 años; pero también ha sido acompañante de los morelenses durante el periodo más doloroso de nuestra historia, el que inició con el sismo del 19 de septiembre de 2017.

La catástrofe provocó daños de severos a muy graves a 259 edificios históricos de Morelos, la mayoría de ellos religiosos. Los morelenses construyen sus vidas y relaciones básicamente en torno a sus edificios históricos, ex haciendas, exconventos, templos, inmuebles de gobierno o civiles alrededor o dentro de los cuales la comunidad se encontraba, celebraba, lloraba, vivía.

Cuando el sismo le arrebató en unos minutos a todos los morelenses sus espacios comunitarios, los emblemas de cada pueblo y ciudad, los lugares comunes, tocó al INAH guiar la reconstrucción y acelerar, en la medida de lo posible, pero a paso veloz, la rehabilitación de partes de los inmuebles para restaurar algo de lo perdido en la vida cotidiana de los pueblos, colonias y barrios.

Durante las primeras semanas y meses que siguieron al terremoto, los investigadores y funcionarios del INAH participaron con las comunidades en formas de organización emergentes que incluyeron nuevos formatos para celebraciones y fiestas religiosas, verbenas populares, y hasta para las interacciones más simples que habían sido interrumpidas porque el mercado, la plaza, el ayuntamiento, estaban cerrados y esperando ser intervenidos.

Esa tarea no fue tan visible como el titánico esfuerzo de ya más de seis años que se ha emprendido para la reconstrucción en Morelos que pese a su enorme avance aún tiene pendientes importantes. No fue tan notoria, pero resultó en algo mucho más importante en ese momento, la reconstrucción de las comunidades.

La labor del instituto fue, entonces, mucho más relevante que pegar tabiques. En un estado que aloja en uno de sus edificios más antiguos y representativos al Museo Regional de los Pueblos de Morelos, la relación con el INAH y sus trabajadores e investigadores es diferente a la que se presenta en otras entidades. El afecto que se le tiene a nuestro Palacio de Cortés, a nuestro patrimonio histórico, es trasladable a la institución que lo cuida y administra porque, al final, lo que queda siempre es el recuerdo, y sabemos que esa memoria está bien comprendida y custodiada.