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En las últimas décadas, muy pocas de las aspiraciones políticas de funcionarios públicos o representantes populares van acompañadas por una historia sólida de acciones. En Morelos, es excesiva y tristemente frecuente que los hechos no respalden a los dichos y que las promesas se vuelvan frases de del mundo ilusorio al que los políticos suelen mudarse. La mediocridad parece una divisa bien pagada en la política morelense y muchos de quienes se postulan a cargos públicos sólo tienen de respaldo valores como la lealtad ciega a un grupo, la complicidad con personajes medianamente poderosos, o la suerte de que quien los enfrenta en campaña es apenas un poco, pero perceptiblemente, peor que ellos.

Muy pocas veces encontramos carreras políticas construidas a través del éxito profesional, de la cercanía con la gente, de las promesas cumplidas y por ello, cuando se presentan, deben aquilatarse y narrarse como fuera de lo ordinario. No es una práctica sencilla, en medio de la estridencia a la que muchos actores políticos han apostado para ocultar sus fallas y omisiones, el trabajo bien hecho a favor de la ciudadanía suele verse sepultado entre los escándalos de los otros. Eso no lo vuelve menos importante, aunque, por mejor comunicado que sea, parece siempre relegarse a las páginas interiores de la discusión pública centrada en los escándalos.

Algunos que podrían ser buenos alcaldes, optan por gritarle al mundo cada bache que tapan, presumir mediciones de aprobación o provocar conflictos frecuentes. La ciudadanía juzgará a cada uno, pero es innegable que hay gestiones que aportan elementos para demostrar que todo eso no resulta tan relevante como tener el respaldo de los actos y de la cercanía con la gente.

Rafael Reyes Reyes, Rafa, dejó la alcaldía de Jiutepec el fin de semana en una sesión de cabildo tranquila. Después de cinco años y dos meses, en un municipio donde la política es sumamente compleja, el alcalde supo construir acuerdos, favorecer el desarrollo del municipio, aliviar los adeudos financieros de un municipio que recibió endeudado y saqueado, sortear la pandemia sin suspender apoyos sociales a los más necesitados, paliar los problemas de salud y hambre que padecía el municipio y edificar una carrera política con suficiente mérito como para buscar la posición que él mismo decida.

Morelos, sin duda, necesita menos escándalo y más trabajo político. El rescate de Jiutepec es una muestra de que las cosas se pueden hacer con talento y aún frente a las más difíciles circunstancias. Necesitamos más políticos así en todos los espacios públicos.