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Además de la tragedia que de sí implica, la primera defunción por Covid-19 en once meses y el aumento de más de 60 por ciento en los casos que se han registrado este año, deberían funcionar como llamados a recuperar las precauciones para evitar un nuevo brote del padecimiento que podría tener repercusiones mayores en la vida de los morelenses y en su economía.

Llama la atención que, si bien desde los primeros días del año se había advertido del aumento de riesgos de contagio por la aparición de nuevas variables y la relajación en los protocolos sanitarios de toda la población; la autoridad no haya hecho un llamado más fuerte a la prevención, especialmente en centros de reunión como plazas, mercados y escuelas.

Sólo en el sector educativo, el SNTE calcula que cincuenta maestros han tenido que separarse temporalmente de las aulas en la zona metropolitana de Cuernavaca por contagios de enfermedades respiratorias agudas, como Covid-19 e influenza. A pesar de ello, la autoridad aún está pensando en la conveniencia de volver obligatorio el uso de cubrebocas y si deberá adquirirlos directamente o dejarlos a cada escuela. En contraste, escuelas particulares han empezado a solicitar a los padres de familia y la comunidad estudiantil donar paquetes de mascarillas para prevenir los contagios.

La baja en el esfuerzo de vacunación en el sector público de Morelos también es significativa. Mientras en las farmacias privadas es común la compra de vacunas para lo que cada persona tiene que gastar 800 pesos en promedio, en el sector público parecen haberse olvidado de las campañas intensivas de vacunación que podrían ayudar a enfrentar una nueva ola de contagios graves a un costo menor para la ciudadanía.

Una autoridad que sólo cuenta los nuevos contagios y espera no se llenen los hospitales sería muestra de lo poco que se aprendió durante las etapas más graves de la pandemia. La proactividad de las autoridades es fundamental para reducir el riesgo y el impacto que podría significar un nuevo brote extensivo del padecimiento.

Más allá de alarmismos, es tiempo de ponernos todos a trabajar, aprovechar la experiencia y el conocimiento que nos dejaron los primeros años de pandemia, pues sólo con la prevención activa será posible evitar una nueva catástrofe sanitaria, económica y social; y en esto gran parte de la responsabilidad corresponde a la ciudadanía, que debe ser mucho más exigente con la autoridad, pero también consigo misma. Demandar a los otros que se cuiden y nos cuiden es imperativo, en todas partes.

Estamos a tiempo de, sin tanta urgencia trazar un plan que nos proteja a todos, es lo que nos toca exigir.