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Lo que menos deberían permitir los cientos de miles de electores morelenses es que las campañas que han iniciado este domingo tengan algo menos que propuestas tangibles y explicadas para tratar y solucionar los gravísimos problemas que atraviesa Morelos después de un sexenio para el olvido.

La política con su casi ausencia durante más de una década quedó a deber a los morelenses las propuestas, discusiones, acuerdos, estrategias y acciones que se requirieron frente a los problemas de inseguridad, desarrollo económico y social, combate a la pobreza, justicia, derechos humanos, infraestructura, fomento al turismo, deporte, recreación, arte, cultura, salud, educación, y todos los demás que, por ley y por sentido común toca solucionar mayormente a las instituciones públicas.

Así que los ciudadanos tendrían que ponerse exigentes y no permitir que la cacofonía de los slogans, la tacañería del “byte”, o lo simplón del insulto a la otra, se impongan como los componentes centrales del discurso. La exigencia no es un privilegio, sino un deber ciudadano que suele promover mejores gobiernos en todas las esferas y niveles.

Los hacedores del discurso político deben recordar que a lo que asistimos desde hoy y en los dos meses que dura la campaña no es, por más que muchos quisieran, una carrera de caballos, aunque en ello se hayan convertido las contiendas políticas desde hace muchos años. Se trata de una apuesta por todos quienes habitamos cada uno de los municipios de Morelos, y cada uno de los estados del país. La reducción de las narrativas a quién va al frente de algo tan etéreo como la “opinión pública”, no es útil sin contenido.

Todos somos responsables de que la contienda por la gubernatura, y por cada una de las posiciones que se disputan en Morelos sea lo ejemplar que merece una ciudadanía altamente preparada, profundamente crítica y severamente lastimada por muchos de quienes se han beneficiado con las decisiones del electorado. Los políticos deben elevar la calidad de su discurso; la ciudadanía, sus niveles de exigencia; y los cronistas de las elecciones, los contenidos que transmiten.

Aunque en lo inmediato, a los políticos les conviene el alejamiento de la ciudadanía bajo el principio de que a menor ciudadanía hay menos exigencia; lo cierto es que el tiempo para que los gobernantes y la sociedad estén alejados se ha agotado. Morelos no puede permitirse más tiempo que sus gobiernos caminen por un sendero y la sociedad, abandonada, por otro.

Las campañas políticas deben ser el inicio de una nueva relación entre la sociedad y sus políticos. Así de necesario, y de urgente resulta el cambio.