Pasado el primer tercio de la temporada de incendios forestales, que en Morelos corresponde al primer semestre de cada año, en el estado se ha registrado por lo menos un fuego de importancia cada cinco días; y si bien las pérdidas de superficies boscosas y de pastizales aún no son de las dimensiones que han tenido en otros años, la frecuencia de los fuegos parece intensificarse entre la sequía, el calor excesivo, la imprudencia ciudadana y el trabajo insuficiente, que por escasos recursos humanos y materiales, hacen las instancias encargadas de la prevención de desastres en las áreas forestales y rurales de Morelos.
Faltan por lo menos cuatro meses, hay pronósticos que aseguran la temporada de sequía podría extenderse más, para que el riesgo enorme en que se encuentran nuestros bosques y pastizales se reduzca. Mientras eso ocurre, da algo de alivio saber que las brigadas de contingencias estatal y municipales han trabajado de forma eficiente para evitar que los fuegos duren mucho tiempo y se extiendan al grado de que tome muchos días extinguirlos, como ha ocurrido en el pasado reciente. Sin embargo, el peligro de requerir acciones mucho más heroicas de los combatientes forestales sigue presente y se incrementa en la medida en que la falsa sensación de seguridad y control nos mueve al descuido.
Lo cierto es que, además de la intervención oportuna de las brigadas de combatientes, hay otros factores que ayudan a que los primeros incendios de este año no se hayan extendido, como la escasa presencia de vientos, el reporte a tiempo la baja extensión, un contenido no tan bajo de humedad y hasta la ubicación más o menos accesible de los focos de cada incendio, que han permitido su rápido combate.
La tarea de prevención, sin embargo, es de todos. Las autoridades estatales y municipales deben colaborar con las brechas para evitar que los incendios se propaguen, erradicar los tiraderos clandestinos de basura, fortalecer la vigilancia; los productores agrícolas evitar las quemas de pastizales; los campistas, no encender fogatas; la ciudadanía, fortalecer la cultura de protección, evitando, sobre todo en las zonas cercanas al bosque, la disposición de dilatadores de incendios; los medios de comunicación recordar cada que sea posible la importancia de la prevención y el reporte a tiempo de los incendios en bosques, pastizales, basureros y hasta baldíos.
Morelos tiene una biodiversidad que, a pesar de la depredación que se ha permitido en las últimas décadas, sigue siendo motivo de orgullo y favorece a una mayor salud ambiental. Es tarea de todos conservar la existente y recuperar la perdida. El momento de empezar es ahora.