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El Ayuntamiento de Zacatepec dio a conocer que inició el adiestramiento de estudiantes de educación básica de la demarcación para que sepan lo que tienen qué hacer en caso de una balacera en las inmediaciones de los planteles escolares. Se trata de charlas del área de Prevención del Delito del municipio que han llamado la atención a más de uno.

A pesar de su naturaleza preventiva, que se hable de la violencia armada -que frecuentemente puede desembocar en muertes humanas- puede ser un tópico que podría incomodar a más un padre de familia, no obstante es un reflejo de la realidad que se vive en el estado todos los días.

El feminicidio de una profesora en las afueras de su centro de trabajo o una balacera que causó pánico en una escuela entera, son noticias que hemos reportado recientemente y que ameritó que algunos padres de familia sugirieran que se establecieran en Cuernavaca este tipo de protocolos que ahora realiza Zacatepec: informar a los niños qué es lo que tienen que hacer para mantenerse seguros ante la ya no tan remota posibilidad de que haya un enfrentamiento armado en la acera de la escuela.

Si alguien debería estar ruborizado por esta situación es la Comisión Estatal de Seguridad pues, como ya es costumbre, su tono triunfalista choca de frente con la realidad. La necesidad de salvaguardar la integridad física de los estudiantes, maestros y trabajadores de las escuelas de educación básica no es una ocurrencia de alguna comunidad aislada, en estos casos estamos hablando de centros urbanos muy poblados y bien comunicados, en los que se podría esperar que también estuvieran bien resguardados.

La violencia en nuestro país ha alcanzado niveles preocupantes: no hay nadie, ni nada que se pueda considerar a salvo. En Morelos hemos sabido incluso de casos en los que el crimen organizado ha intentado extorsionar a los curas para que sus Iglesias paguen derecho de piso.

En esta misma semana recorrió al país la noticia de un grupo de niños que habían sido dotados con armas de fuego reales para que “cuidaran” a su pueblo mientras los adultos salían a la sierra a buscar a los miembros de una familia entera que había sido secuestrada por un grupo criminal. En la comunidad de Ayahualtempa, del municipio de José Joaquín de Herrera, en nuestro vecino Guerrero, cinco menores de edad recibieron rifles, escopetas y pistolas.

Pero ver a un menor de edad portar un arma y estar dispuesto a exponer su vida por la seguridad de su comunidad no resulta tan indignante como la incapacidad de las autoridades que deberían protegerlos, a ellos y a sus familias, y que, en cambio, se limitan a señalar como irresponsables a los adultos que permiten que sus hijos de armen. El gobierno de Guerrero, por supuesto, ya anunció que demandará a quienes hayan facilitado las armas a los niños de Ayahualtempa, aunque loa práctica data de años atrás, por lo menos tres, cuando lograron armar un pequeño ejército de 30 menores de edad. Es decir, la inseguridad y la violencia no es nueva en aquella comunidad y nadie ha hecho nada por protegerlos.

En Morelos, en lugar de incomodarnos porque en una escuela o en todo un municipio se quiera actuar de acuerdo a nuestra realidad cotidiana, lo que debería llamarnos a la indignación es que nuestros niños se vean precisados a tomar clases pecho a tierra y vivir inmersos en la paranoia en la que ya transcurre la vida de los adultos.