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Salir a caminar por las calles de las ciudades y pueblos morelenses en esta época suele llenar de optimismo al paseante que, entre guayacanes rosados y ramas cubiertas de múltiples tonos de verde en jacarandas, ficus, y otros árboles y arbustos locales, bien puede olvidarse por lo menos por un rato de los trágicos crímenes y las múltiples crisis que, por desgracia, también pueblan al estado.

La caminata puede aderezarse con los comentarios escuchados por mucho tiempo de la gente buena, trabajadora, creativa y emprendedora que llena al estado de una actividad que, a lo mejor por rutinaria se vuelve tan poco notoria, pero que en su discreción mantiene andando al estado. No todo es terrible en Morelos, como hicieran parecerlo las noticias aciagas que uno suele leer en portales y redes sociales. Hay un estado completo que trabaja y procura aumentar sus niveles de bienestar de forma honesta, y que se cuenta en cientos de miles de personas trabajadoras, estudiantes, jubilados, empresarios, cuya apuesta sigue siendo por Morelos y por sus familias que, bien vistas, son también las nuestras.

El talento morelense suele crear, desde sencillos y deliciosos tlacoyos hasta grandes obras artísticas; lo mismo sencillas charlas familiares que grandes disertaciones filosóficas; hace por igual el presente que el futuro del estado que tiene mucho más que ofrecer que la corrupción de su sistema político, la violencia en algunas de sus calles, y la decadencia que parece dominar la narrativa.

Hablar bien de Morelos no significa, como algunos pretenden, ocultar los cánceres múltiples que aquejan la salud de nuestra vida pública; pero tampoco debería obviarse el trabajo y la vida de quienes todos los días hacen grande su labor, fortalecen su esfuerzo: gracias a todos ellos el estado sigue en marcha, a pesar de todo.

La pausa que nos ofrecen los periodos de asueto en que, afortunadamente los políticos suelen callar, nos permite reencontrarnos con quienes crean la cultura y la vida de Morelos sin las distracciones y el ruido de fondo. Valorar los tacos acorazados, la miel morelense, los triunfos deportivos, la exquisitez estética de las creaciones artísticas, la escenografía en que las ciudades conviven con la naturaleza, redimensiona el privilegio de vivir en un estado como Morelos, y lo que debemos hacer para conservar a nuestro estado y nuestra gente.

La primavera ayuda, pero los morelenses son quienes han construido al estado que, aunque luce mucho más bello en estos meses, no depende solo de su clima para ser atractivo. El clima ayuda, pero el ambiente lo ponen los morelenses, siempre.