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El ruido político de un ambiente plagado de frivolidades no debería imponerse a las propuestas que las candidatas y el candidato a la Presidencia de la República hacen, ni a las que en su momento harán las aspirantes a la gubernatura de Morelos o quienes buscan ocupar senadurías, diputaciones federales y locales, y ayuntamientos. Distraerse en las rechiflas, en las decepciones de aspirantes y en las charlas de pasillo, aleja de lo importante que es lo que proponen quienes buscan gobernar, es decir, la colección de políticas públicas cuyos efectos caerán sobre todos, y no sólo sobre los personajes públicos, malos, buenos o regulares.

Más que el ruido de fondo, la propuesta trazada por la candidata de “Sigamos Haciendo Historia” a la presidencia, Claudia Sheinbaum Pardo, de utilizar a la ciencia como método de diseño de las políticas públicas del país, significa probablemente el mayor marcaje de distancia respecto de muchos gobiernos que, amparados con el emblema de la cuarta transformación, han sido colecciones de ocurrencias, supercherías, repeticiones de políticas erróneas y, al final, fracasos rotundos en áreas tan sensibles para la ciudadanía como la seguridad pública, el desarrollo económico y agropecuario, el fomento al empleo, la educación, y de forma mucho más grave, la salud.

Una guía racional, trazada desde el conocimiento científico, para el diseño de las políticas públicas podría significar el mayor cambio que pudiera tener el país en tanto desde el gobierno federal se impondría un estilo que recuperaría un ejercicio que pareció perderse en muchos estados durante los últimos años, la planeación para el desarrollo.

En palabras del exrector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, se trata de usar la ciencia para el desarrollo sustentable, el bienestar individual y colectivo, el bienestar compartido, mejorar la salud, proteger al medio ambiente, mejorar la calidad y la eficiencia de las energías que consumimos, enfrentar mejor el problema del agua, definir mejor la localización y vocación de los polos de desarrollo que habrán de construirse, “ciencia pues para hacer un mejor gobierno”.

Frente a la profundidad del planteamiento, que en muchos sectores del quehacer público y en muchas regiones del país parecería totalmente rupturista, cualquier chisme de pasillo tendría que diluirse en la futilidad de la que proviene. Sobre esos temas deberíamos estar hablando, porque para construir una nación fundada en lo racional, la discusión y el análisis también deberían tender a lo científico, a lo sensato, a la profundidad e inteligencia. Eso nos toca construirlo a todos. Exigir racionalidad política sólo es posible de esa manera.

Vendrán muchos temas más en las campañas, es deber de la ciudadanía exigir más propuestas en tanto éstas son el material de la verdadera discusión política, y de la real decisión democrática.