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Hace un par de días, sin pena ni gloria, se celebró el Día del Ingeniero Agrónomo. Y varios coincidieron que hubo poco qué celebrar porque es una profesión bastante mal aprovechada en nuestro país y particularmente en nuestro estado al que desde lejos se le ve la vocación agrícola, pero que ocupa poco los conocimientos de los profesionales que se generan aquí mismo; la propia Universidad Autónoma del Estado de Morelos imparte por lo menos cinco ingenierías de vocación agropecuaria.

De acuerdo al Censo Agropecuario 2022 indica que del total de la superficie agrícola, sólo seis millones 683 mil 986 hectáreas cuentan con riego, es decir el 26 por ciento. Lo que deja expuestos a la mayoría de los productores agrícolas a merced del clima, que ya no es tan fiable como solía; tan solo basta mirar alrededor en Morelos para ver cosechas perdidas al cien por ciento por falta de lluvia, problema que se prevé se agudizará este 2024.

Y ya, en estas fechas, Morelos se encuentra entre las ocho entidades mexicanas cuya totalidad de municipios presenta sequía.

La ingeniería agrícola podría jugar un papel crucial en el apoyo a la producción del campo, especialmente en tiempos de falta lluvia, como podría ser a través de diversas estrategias y tecnologías diseñadas para maximizar la eficiencia del uso del agua y mejorar la resiliencia de los cultivos. Estos especialistas podrían orientar a los productores en la implementación de sistemas de riego eficientes, en el control y manejo del agua, técnicas de conservación del suelo, sistemas de gestión de datos agrícolas, óptima selección de cultivos y estrategias de adaptación para tiempos de sequía, entre muchas otras cosas.

No obstante, cuando acaso lo hay, el apoyo que se les ofrece a los campesinos es en especie o en efectivo y así, suele traducirse en parte de las pérdidas.

Y, para aquellos que creen que todo el problema agrícola en Morelos es simplemente parte de los usos y costumbres del campesinado, vale la pena recordar que en estas mismas páginas se han reportado las peticiones de los campesinos que sugieren mayor tecnificación para el campo como una vía de enfrentar, primero, el complicado escenario que dejó la pandemia en el campo morelense y, después, sobrevivir al cambio climático.

Ya lo advirtió la Central Campesina Cardenista, los productores de Zacatepec y, recientemente, a nivel nacional, la Unión Mexicana de Fabricantes y Formuladores de Agroquímicos (UMFFAAC): el cambio climático y el descuido en incorporar la tecnología y la ciencia en la producción agrícola se han confabulado para pintar un panorama muy complicado que no solo afectará a los productores de manera inmediata, sino también a los consumidores más adelante.

En el apoyo al campo, más que dinero y costales de fertilizante, deberíamos empezar a utilizar la inteligencia, nunca mejor representada que en todos esos universitarios que ya egresan de nuestras universidades.