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Como serie de ciencia ficción -o novela costumbrista-, por segunda ocasión la Procuraduría de Protección al Ambiente del Estado de Morelos (Propaem) clausuró “definitivamente” el tiradero a cielo abierto en El Tezontle de Huitzilac.

Eso no es tan extraño si el hecho se ubica en un país en donde los problemas se solucionan con decretos y se alcanza la justicia social expidiendo leyes.

El problema real es que los decretos no se hagan valer y se expidan leyes sin considerar costos y la congruencia legal y, si algo se clausura no basta con anunciarlo sino que se deben tomar las acciones necesarias para hacer valer la clausura; pero el tiradero siguió funcionando y así seguiría si no se hubiera desatado un incendio -causa también de la primera clausura- que sofocó no solo a Huitzilac, sino también a todo el norte de Cuernavaca, que obligó al cierre de las escuelas y a la Propaem a pasar una gran vergüenza pública.

Lo mismo sucede con los decomisos de los aserraderos clandestinos, también en Huitzilac, que consisten principalmente en colocar calcomanías y mantas en las entradas, sin inutilizar el equipamiento o, por lo menos, mantener una vigilancia real para que no regresen al trabajo en cuanto el polvo levantado por la Guardia Nacional se asienta en tierra. Vecinos de estos aserraderos nos comentan que, a manera de advertencia, los talamontes disparan al cielo periódicamente mientras trabajan los aserraderos “decomisados” como si nada hubiera pasado.

Como la tala clandestina también, el tiradero a cielo abierto de El Tezontle ha estado operando durante años irregularmente y, desde luego, sin cumplir las normas ambientales como recuerda en una entrevista que publicamos hoy la ambientalista Flora Guerrero.

Se trata del perverso juego de la simulación en el que están más que enredadas las autoridades desde municipales hasta federales. La ambientalista nos recuerda que la ubicación de ese vertedero hace que éste sea una potencial amenaza a los mantos freáticos ya vulnerados por la tala clandestina y eso, desde luego, no es una noticia nueva ni se acaba de descubrir y, aun así, el tiradero lleva más de dos décadas de funcionamiento y solo nos acordamos de él cuando se declara un incendio que, dadas las circunstancias de sequía por las que atravesamos, ponen en peligro todo el bosque de Huitzilac, además de los pulmones de los vecinos.

El manejo de la basura suele representar un dolor de cabeza para cualquier administración pública y, como vemos -por El Tezontle y por el tiradero en Tezontepec- en Morelos estamos lejos de tenerlo solucionado; es una asignatura pendiente que, como se ve en esos dos casos, solo dejar pasar el tiempo, a la larga, puede generar peores males y más profundas consecuencias para todos.

Esperemos que no haya una “tercera vencida” y que baste clausurar definitivamente ese tiradero dos veces. Necesitamos aprender a hacer valer la ley y las autoridades deberían evitar pasar este tipo de vergüenzas que solamente ponen en evidencia su falta de responsabilidad y seriedad. Además de la clausura, se debería investigar quiénes son los que se hicieron de la vista gorda y proceder conforme a la ley.